domingo, 21 de noviembre de 2010

Poemas (La luna invita)

En esta noche de luna llena me ha dado por desempolvar poemas (o al menos intento de poemas) que escribí hace algún tiempo... Les comparto este: 




Tómame entre tus brazos, no me sueltes
quiero morir así, sin que nada se interponga
entre tu pecho y mi amor, amor abrázame


Déjame sentir el calor de tu piel
no digas nada, sobran palabras para el latido
incontenible de tus venas

Tómame entre tus brazos, fuerte
quiero morir en la certeza de tu abrazo
acariciar y besar tu cuerpo-amparo
quiero morir así, amor, amor contigo

Abrázame, no me sueltes, cobija
este triste corazón que se marchita
que tu aliento infunda nueva vida
a la vida que me espera ahí, amor, sin ti a mi lado.

Tómame entre tus brazos, mírame
que no haya piel más desnuda que la nuestra
desnuda de deseo, vestida de ternura
de rebosante amor, amor abrázame

Quiero sentir en este último momento
la dulce sensación de tu cobijo
recostar mi cabeza entre tu pecho
escuchar el mar, perder el miedo
y volver a parirte como un hijo

Tómame entre tus brazos
quiero morir así, amor, contigo
morir en paz, dejarte lleno
de mi aroma y de mí, de mis latidos

Quiero morir así, anclada en ti, amor contigo
que tus manos escriban mi epitafio en nuestra piel
que tus brazos se vuelvan ataúd para mi cuerpo

Tómame entre tus brazos, que me muero
en este último instante te bendigo
no me sueltes, amor, estoy contigo
aquí me quedo, enredada en la magia de tu cielo
y gritando como siempre que te quiero

viernes, 12 de noviembre de 2010

Bolero

Su majestad, el bolero


Quien no haya amado al amparo de un bolero que tire la primera piedra


El bolero, más que un género musical, es una caja de sorpresas. Lo abres y lo mismo puedes reír, que suspirar o llorar a lágrima viva.


"¿Por qué no han de saber que te amo vida mía?" La serenata descubre al amor secreto, lo grita, lo presume. El bolero acompaña el principio del amor, el querer sin tregua, sin desmayo ni cansancio. El bolero sublima la nostalgia... "Aquellos ojos verdes de mirada serena dejaron en mi alma eterna sed de amor...", habla del dolor, del dolor qué solo entiende un alma enamorada, presa de la angustia: "ay, cariño, si vieras como estoy desesperado por tu ausencia..."; el bolero exige, apremia la caricia “bésame, bésame mucho... como si fuera esta noche la última vez"; endiosa la belleza de la mujer amada "bonita, como aquellos juguetes, que yo tuve en los días infantiles de ayer…"


El bolero convierte al ser amado en una fibra única de amor, lo entrega por completo a la persona amada "No existe un momento del día, en que pueda apartarte de mí…" Le canta de manera poética al amor sucumbido "están clavadas dos cruces en el monte del olvido por dos amores que han muerto sin haberse comprendido...". Con el bolero bajas la guardia : “llévame si quieres hasta el fondo del dolor, hazlo como quieras por maldad o por amor...”


También da cuenta del amor prohibido, censurado: “porque tu amor es mi espina por las cuatro esquinas hablan de los dos, que es un escándalo dicen y hasta me maldicen por darte mi amor...” En el bolero hallan cobijo también los amores contrariados, enfermizos. "Tal vez sería mejor que no volvieras, quizá fuera mejor que me olvidaras, volver es empezar a atormentarnos, a querernos para odiarnos sin principio ni final". De la fatalidad: "quisiera abrir lentamente mis venas, mi sangre toda verterla a tus pies, para poderte demostrar que más no puedo amar y entonces morir después."


La dualidad que siente el enamorado se expresa perfectamente cuando dice: “de noche cuando me acuesto a Dios le pido olvidarte y al amanecer despierto tan solo para adorarte” o cuando canta con el corazón adolorido: “te odio y te quiero porque a ti te debo mis horas amargas mis horas de miel... “ El egoísmo del amor cabe perfecto en un bolero: “quiero que vivas sólo para mí y que tu vayas por donde yo voy...” Lo amargo de la decepción: “cuán falso fue tu amor, me has engañado”. El bolero reclama y ofende desde la justicia de las heridas: “hipócrita, sencillamente hipócrita, perversa te burlaste de mí”. Y la fatalidad asoma de nuevo: "en la vida hay amores que nunca pueden olvidarse...”


El bolero obliga a crear nudos, a atar para no perderse: “júrame que aunque pase mucho tiempo no olvidaras el momento en que yo te conocí”. También sentencia, dicta el destino: "mía, aunque tú vayas por otro camino y que jamás nos ayude el destino, nunca te olvides, sigues siendo mía"
Enfrenta la tragedia: "nosotros, que nos queremos tanto debemos separarnos no me preguntes más”. Se tutea con la eternidad: “hemos jurado amarnos hasta la muerte y si los muertos aman después de muertos amarnos más”.
 Le canta con palabras tiernas incluso a la obsesión: “amor es el pan de la vida, amor es la copa divina amor es un algo sin nombre que obsesiona al hombre por una mujer”. Reta al destino: “por más que se oponga el destino serás para mí”. Culpa a Dios: “aunque no quieras tú ni quiera yo, lo quiso Dios...”; brinda consuelo y compañía: “si tienes un hondo penar piensa en mí, si tienes ganas de llorar piensa en mí”. 
Engrandece el sentimiento propio: “que sabes tú lo que es estar enamorado...” Confía y espera: “cuando estés convencida que nadie en el mundo te pueda querer como yo...” Ofrece imposibles: “toda una vida estaría contigo...· Culpa al ser amado de todo sufrimiento: “usted es la culpable de todas mis angustias y todos mis quebrantos”. Culpa y halaga al culpar...
El bolero retrata la ansiedad del enamorado: “Dejo el lecho y me asomo a la ventana, contemplo de la noche su esplendor me sorprende la luz de la mañana en mi loco desvelo por tu amor”.

El bolero no pasa de moda, el bolero siempre está para gritar el amor, para curar el dolor o para ahondarlo. El bolero, compañero de vida.


Estas noches de clima tan agradable pueden ser el pretexto ideal para un grato encuentro amoroso. Abrace a su pareja y sólo dejénse llevar por las notas de un bolero eterno: “te amaré toda la vida, todos los años los meses y los días…”


No se arrepentirá. Nunca falla… Su majestad… el bolero

viernes, 29 de octubre de 2010

Difuntos...





La casa en completo silencio, sin música, porque  son días de luto", los preparativos, que no eran pocos, para la gran comida especial, la compra de dulces típicos de esta época, las velas blancas y de colores, el vaso de agua en un lugar apartado para el "ánima sola"...

Todo empezaba a perfilarse cuando se apartaba una mesa de la casa para "construir" el altar... El mantel blanco, las flores -el "amor seco" que se cultivaba en muchos patios-, las velas y veladoras. Salían a relucir los retratos de familiares difuntos, muchos de ellos desconocidos, pero no por eso menos respetados, para los más jóvenes de la familia. Rostros conocidos se confundían con imágenes de santos; la Virgen, con su expresión dulce y serena, presidía el altar que se levantaba en prácticamente todas las casas yucatecas hasta hace algunos años para celebrar estas fechas, llenas de fe, nostalgia y respeto.

Antaño, hasta el clima se confabulaba para hacer estos días diferentes y especiales. Con la llegada del "primer norte", que se presentaba sin falta para fines de octubre -ahora llega sin previo aviso, en la fecha que mejor le acomode-, hasta en el aire se sentía que era "día de muertos".

Los preparativos comenzaban en los últimos días de octubre. Los niños se encargaban de limpiar el patio, que era entonces -cuando aún no se "inventaban" las casas de interés social- una extensión muy grande y llena de árboles. Hay que dejar todo limpio "porque si no, vienen las ánimas a hacerlo".

La familia entera se afanaba en la limpieza exhaustiva de la casa. Los patios lucían impecables, sin hierba, con los árboles "lechados", no se permitía que se acumulara ropa sucia ni basura y toda la casa, en general, albeaba para recibir la visita anual de las ánimas.

El ruido característico -e inolvidable para muchas generaciones de yucatecos- y el olor que salía del batidor de chocolate se escuchaban y sentían desde muy temprano el día 31, cuando el altar se engalanaba con varias tazas de esa bebida, tamales, dulces y panes y el tradicional "xec", en memoria de los niños muertos.

Al día siguiente, 1 de noviembre, el altar recibía al protagonista principal: el mucbilpollo o "pib" (nombre que se le da por la forma de cocinarse, enterrado). La costumbre era que el primer "pib" que estuviera listo se ofrendara en el altar para que las ánimas "tomaran la esencia". Además, también desde temprano, se ofrendaba chocolate y "pan bueno" a las ánimas.

La preparación del "pib" era, por sí sola, un importante acontecimiento... Desde la noche anterior las ollas comenzaban a despedir olores inigualables. Se dejaba listo el kol y el guisado de carne de puerco y pollo.

Al amanecer, muy temprano, incluso antes de que el sol saliera, se acudía al molino para comprar la masa. La hoja de plátano para envolver los pibes podía incluso tomarse del propio patio porque muchas casas tenían matas de esa fruta. Los demás ingredientes se compraban desde el día anterior y ya todo estaba listo para empezar la faena, que congregaba a toda la familia. Incluso los más pequeños tenían alguna tarea especial, como limpiar la hoja para los pibes. Todo se preparaba entre amena plática y recuerdos de los familiares ya fallecidos o de las cosas que a cualquiera de la familia "le contaron" sobre apariciones y toda clase de sucesos extraños y sobrenaturales.

La elaboración de los "pibes", ya fuera enterrados en el patio u horneados en la panadería más cercana, era un rito que, sin falta, debía concluir antes del mediodía. Justo al mediodía la casa, silenciosa y fresca, se inundaba con el olor a incienso.

A las 12 horas en punto (cuando esta hora coincidía, sin variación en ninguna época del año, con el punto más alto del Sol en el cenit) empezaba el rezo: "Salgan, salgan, salgan, ánimas de pena, que el rosario santo rompa sus cadenas...".

La familia completa, desde los abuelos hasta el niño más pequeño, reunida ante el altar rezaba el rosario, que podía ser muy largo, ya que se pedía por todos los familiares muertos, los amigos y también los simples conocidos. La letanía ("Estrella de la mañana, ruega por él; Torre de marfil, ruega por él; Arca de la Alianza, ruega por él; Refugio de pecadores, ruega por él...") se repetía por cada uno de los muertos mencionados, lo que hacía "cabecear" a no pocos niños y a los abuelitos.

Luego de rezar ¡por fin! llegaba el momento de comer los pibes. Era entonces cuando para los vivos comenzaba la verdadera fiesta. Reunida ahora a la mesa, la familia completa -de aquellas familias grandes de antaño, con no menos de cuatro hijos por pareja- compartía momentos inolvidables entre bocados de "pib" y sorbos de chocolate o atole nuevo.

Hermanos y primos se reunían luego, generalmente en el patio, para contar historias de fantasmas y aparecidos, que a veces hacían llorar a los más pequeños, y que a todos dejaban con cierto temor que les hacía incluso pedir compañía para ir al baño. Entre cuentos y anécdotas, los chiquillos daban cuenta del "xec", la yuca, los mazapanes y todas las delicias que las ánimas ya habían disfrutado "en esencia".

Así transcurrían los "días de muertos". Eran días de recogimiento, de tranquilidad, de rezos, de nostalgia por los familiares fallecidos.

Ahora, las prisas de la vida moderna reducen estos días al "pib" comprado en el súper o encargado a alguna panadería, acompañado de refrescos de cola. Pero esto no podrá nunca sustituir esos días de olores y sabores, de lágrimas y rezos, de agradable convivencia que quedaron grabados para siempre en la memoria y el corazón de quienes tuvimos la fortuna de vivirlos.-

 (Artículo publicado en el  Diario de Yucatán en octubre de 1998, lo comparto porque no pierde vigencia)

martes, 19 de octubre de 2010

Ese día todos despertaron con urgencia de escribir. Niños que apenas comenzaban a aprender la danza maravillosa de las letras, señoras casadas y aburridas, muchachas alegres y despreocupadas, jóvenes apasionados, hombres deprimidos… Todos, todos sintieron esa necesidad, ese apremio de volcarse en las palabras.
Utilizaron cuadernos, máquinas de escribir, bolígrafos, computadoras, pedazos de servilleta y lápices despuntados, gises, plumones, pinceles. Todo valió para intentar calmar el ansia que los impulsaba y los urgía a plasmar sentimientos e ideas. La ciudad se llenó de cartas con reproches, declaraciones de amor, preguntas, dudas, frases filosóficas, amor, odio, rencor, dulzura.
La urgencia por escribir transformó los hogares en campos sembrados de palabras, de letras que cobraban forma y vida y se lanzaban al aire o se entrelazaban para aferrarse a la existencia.
Y de pronto hasta el aire mismo estuvo surcado de palabras, de pasiones escritas, de deseos que salían a la luz, secretos revelados, romances incipientes, amores definitivos. Las palabras salían en torrentes, corrían como caballos salvajes en campos sin fronteras y llegaban a todos los rincones. Corazones envejecidos recibieron inesperadamente el bálsamo de las palabras amorosas, soberbios irredentos aspiraron palabras de humildad, mujeres maltratadas conocieron el camino para salvarse, ancianos solitarios hallaron compañía, amantes separados se aferraron al puente escrito… Todo eso sucedió gracias a las palabras.
La ciudad nunca volvió a ser la misma, la gente descubrió el poder inmenso de las palabras para mejorar, empeorar o moldear la realidad. Y las palabras también, de forma natural, se fueron acomodando. Primero salieron a borbotones, con el éxtasis de la gente que escribía como poseída y luego, al cabo de una semana, el concierto de palabras se hizo suave, rítmico, reposado. Y entonces los corazones heridos sanaron, la gente comprendió. Las palabras, esas que pueden herir en gran medida, eran también el remedio justo para curar desamores, rencores, malos entendidos, soledad. Las palabras limpias y pulidas, las que salían de los corazones buenos, ayudaron a mejorar el ambiente, rompieron las corazas. Las personas se acercaron de corazón a corazón y descubrieron que era bueno. Supieron que amar podía convertirse en algo tangible, gracias a las palabras, alimento infinito, básico, necesario, imprescindible, que curan y acompañan, que alegran y tienden puentes, que atan corazones y entrelazan almas. Poder infinito, amor circular… palabras.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Nostalgia

Tuve la inmensa fortuna de tener una mamá optimista. Mamá me enseñó con el ejemplo a ser feliz a pesar de los pesares, a cantar siempre, a reir, a conversar sin cansancio; a buscarle siempre lo bueno a la vida. Ella decía que la vida es muy linda y que ella no se quería morir nunca. Y nunca morirá porque nos heredó esa alegría y esa fortaleza que levanta siempre hasta de las peores caídas. Hoy la recordaba en el olor de la fruta que elegía en el supermercado. El olor de la fruta me devolvió de golpe al pasado; a las tardes con mis hermanos, a la voz de mamá, a los remedios caseros que curaban el cuerpo y alegraban el alma. Recordé con mis amigos las veces que bajo los alegres ojos de mi madre todos reíamos, contábamos historias, caminábamos por calles y más calles con su incasable plática. Todas las noches vistábamos a su hermana y de vuelta a la casa hubo noches maravillosas de luna y estrellas en las que nos deteníamos a comprar codzitos. ¡Cómo disfrutamos esos sencillos placeres compartidos!
De su mano también nos apurábamos para llegar a la casa y salir corriendo al patio a ver brotar las lunas, unas flores blancas hermosas que se daban enredadas entre la albarrada. Con ella aprendí a dar gracias a la luna cuando se asomaba tímida con una uña blanca en el cielo despejado. Alrededor de la mesa de familia pobre descubrí el valor de lo justo. Mamá nos repartía las tortillas en igual número a todos, incluso las dividía en medios y cuartos hasta que nadie tuviera más que otro. Recuerdo los refrescos de fruta que hacía con las manos y con el corazón. Aprendí a admirar las casas bonitas que veíamos por la ciudad y aprendí a tener la certeza que de todos los palacios el nuestra era mejor porque era nuestro, aunque no tuviera agua, luz o muebles. Mamá hacía que todo luciera mejor de lo que era.
Con mamá aprendí que por poco que uno tenga siempre hay algo para compartir. Aprendimos todos a disfrutar a fondo los momentos felices, la alegría sencilla y desbordante de estrenar vestidos aunque que no eran nuevos. Tenía una sabiduría innata y una alegría, repito, a toda prueba... Una herencia invaluable que todos los días me afano en conservar... Cada risa, cada cosa que admiro, cada flor que contemplo es como mirarla a ella, rendirle homenaje y llevarla siempre dentro para ser mejor.  

sábado, 25 de septiembre de 2010

Amar en cotidiano

Despierta este sábado perezoso con el cielo gris. El alma enamorada y el cuerpo satisfecho. Miro tus ojos y me vuelvo a enamorar. ¿Hay algo mejor que este cotidiano pedazo de cielo? ¡Ah, como nos hacemos broncas gratuitas, sacadas de la nada! Pienso y te digo. Respondes sí y me atraes a tus brazos. Comienza el día.
Hoy, sábado, día de pereza, es rico estar entre estas sábanas limpias y olorosas enredada a tu cuerpo. Cuánto atravesamos para llegar a esto. Cuánto.
Me dices que la vida antes de mí era como un barco enloquecido. Recordamos a Sabina y te respondo que has llegado justo a tiempo para mudarnos juntos de la calle melancolía. Reímos como necios, en este momento somos eso. Yo te miro y te admiro, tú me miras y reinventas mi forma de ver la vida.
Eres sabio, eres bueno y te amo. Soy un rompecabezas al que le faltan piezas y aún así me amas... ¿Hay algo más allá de esta cotidiana alegría? ¿Hay algo más allá del oasis de la casa? Hoy no quiero pensar, dices, esta mañana es para sentir y disfrutar... El bolero de Ravel y el aroma de café llenan la casa en esta mañana de sábado, perezosa, gris y, en tus brazos, perfecta.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Si mi abuela no hubiera muerto...

..todavía viviría... Ah, qué frasecita, ¿no? Pero salió a colación en una reunión y me puso a pensar en la abuela y en lo que pensaría del mundo de hoy si todavía viviera. Mi abuela era una mujer tradicional, como toda mujer de principios del siglo pasado.
Centrada en su casa, en su familia, bajo el mando de un hombre, mi abuelo, que era estricto pero un gran "vacilador" como decía mamá. El caso es que hoy voy a escribirle una carta a la abuela para ponerla al día:
Fíjate abuela que soy tu nieta menor. Ya paso de los 40 y vivo sola desde hace muchos años. Sí, sola, en una casa completita para mí. No tengo hijos, trabajo fuera de casa, manejo un auto y a veces llego a casa de madrugada, sin tener que pedir permiso... ¡Qué tal!
La prima Julia es gay, homosexual o lesbiana... Supongo que no tienes idea de lo que eso significa, porque en tus tiempos les decían generalmente de maneras más feas y siempre se les nombraba en secreto... Algo parecido a la vecina aquella, a quien apodaban "la baronesa"... ¡Ah, qué lindo eufemismo! El caso es que Julia vive con su pareja, Graciela, y los hijos de ésta… Ya nadie se espanta ni secretea eso, aunque los chismes y las malas lenguas, como les llamaban, esas siguen vigentes. Bueno, pero ahora hasta hay reglas para las convivencias formales entre dos personas del mismo sexo. “Se descubrió” que no era enfermedad ni desviación, aunque la Iglesia insiste en que sí… Pero ya ves que, como cuenta mamá, tú  misma criticabas a la Iglesia porque algunos conceptos que te parecían injustos.
Ay, abuela, si vieras cómo “avanzaron” las cosas. Son pocas mujeres las que pasan el día cocinando o  lavando.  Ahora trabajamos para pagarle a otra que lo haga. Buen avance, ahora no nos cansamos en casa, sino fuera de ella, la mayoría trabaja para tener una casa linda… a la que generalmente sólo llega uno a dormir tras estar fuera prácticamente todo el día… Ah, pero qué linda se ve y se puede presumir a la hora de recibir amigos, cuando la incesante rutina de trabajo lo permite.
 Creo que nuestra familia es un tanto atípica porque mis hermanas siguen cocinando las recetas que nos dejaste, pero la mayoría de las amas de casa compra en “cocinas económicas” (otro lindo eufemismo). Y como te decía, ya no se cansan en el trajín casero, pero hay que ver como corren todo el día y siempre están cansadas. Eso sí, casi todas las que conozco tienen automóviles en los que van de un lado a otro entre un mar de vehículos que acaban con la paciencia del más santo. La ciudad creció muchísimo. Ahora aquí hay edificios altotes como te contaba mi abuelo que vio en la ciudad de México. Hay clínicas enormes, que no se traducen en atención para muchos, sino para unos cuantos que pueden pagarlas y por eso todos trabajan sin descanso. Ya ni existen aquellos médicos familiares que estaban pendientes de sus pacientes, los visitaban en sus casas y se hacían amigos para siempre de la familia. Ya no… Te asustarías de saber lo que cobran por los pocos minutos que dedican a cada paciente en consultorios lujosos que, obvio, le cuesta muchísimo dinero mantener; hay centros comerciales, que son edificios enormes con muchos locales de ropa, zapatos, restaurantes, discos, libros, mascotas y todo lo que puedas “necesitar”. Tienen aire acondicionado y muchas familias van ahí sólo por el placer de pasear, mirar y decidir que todo lo que ven exhibido es necesario para ser felices, entonces a redoblar esfuerzos y trabajar más… Es un círculo vicioso ¿sabes?
¿Recuerdas que, según contaba mamá, siempre les decías que durmieran temprano para madrugar y aprovechar el día? Pues ahora pocas personas duermen antes de las 12 de la noche. Yo misma salgo de trabajar a esa hora muchas veces (No te preocupes abuela, es un trabajo decente).
La televisión es otro cuento. Tú conociste sus inicios y ahora es algo que no puedes imaginar… Pasan programas de todo tipo, la mayoría vacíos, insulsos, groseros, pero se consumen y tienen éxito y entonces los dueños de las televisoras producen más y más. Ya se dicen insultos en la televisión, hay un sistema que pagas adicionalmente y tienes muchos canales diferentes, en los que puedes ver desde caricaturas hasta pornografía ¡las 24 horas del día! (Luego te cuento qué es la pornografía, digo, porque creo que en tu tiempo había, pero no estoy segura de que se le nombrara así).
Abuela, no quiero saturarte ni asustarte y como ya se me hizo tardísimo para pasar a recoger la ropa a la lavandería, ir por comida al supermercado (luego te explico esto), llevar el auto a lavar y entrar puntual mi trabajo, te dejo… Otro día te sigo poniendo al día  y te cuento sobre una campaña televisiva que se llama “Todo es mejor en familia”, ya te contaré de que se trata. Besos abuela.

jueves, 12 de agosto de 2010

Madurar

  • Una de las mejores cosas de madurar es que te vuelves libre de verdad. Atrás quedan las actitudes a veces un tanto intolerantes que sueles tener cuando eres inmaduro. Recuerdo que hubo una etapa en la que ninguna persona que no compartiera mis gustos musicales o literarios entraba a mi círculo de amigos. Qué error más grande, si mientras más amplio y variado sea el espectro de gustos y aficiones más se enriquece tu mundo. Es cierto que mis amigos cercanos siempre serán los más afines a mi en muchos aspectos, pero eso ya no es obstáculo para abrirme a la maravilla que significa compartir experiencias y puntos de vista diferentes.
  • También madurar significa entender mejor a los demás y no hacer aspavientos por nimiedades. Eso no es sinónimo de que nada importe, al contrario. Creo que se trata de darle el justo valor a todo. No significa perder la capacidad de asombro o indignación, sino que ahora sé cómo manejarla mejor, cómo responder con equilibrio a las situaciones.
  • Madurar significa ser totalmente libre de ser como soy, porque ya sé lo que quiero y por qué; porque ya tuve caídas y dolores suficientes para hacerme más humana y comprensiva, porque también aprendí a valorar las maravillas de la vida en cada experiencia hermosa que he vivido. Madurar significa comprender que el mundo no es negro o blanco, sino que tiene muchísimos matices que lo hacen único e interesante. Significa que no me importa lo que piensen los demás de mis actitudes o de mi persona porque ya sé perfectamente quién soy.  También aprende a no juzgar con dureza las actitudes de los demás, a no menospreciar gustos y aficiones aunque no las compartas. Creo que también significa aumentar significativamente la reserva de compasión, auténtica, que tienes en el corazón.
  • Significa valorar más tu tiempo personal y en familia que cualquier otra actividad. Entender que es en la familia el único sitio donde eres realmente indispensable e insustituible. Significa disfrutar a fondo, reír más a menudo, celebrar todos los días.
  • En el camino hacia la madurez hice buenos amigos, amigas insustituibles. He amado y amo con generosidad, sin egoísmo.
  • Madurar, que no necesariamente se liga al avance de los años, es una  maravilla. Y es también un proceso que no acaba, no es una cima, sino un camino constante.


sábado, 31 de julio de 2010

Tiburones, narcos y matones...




Ah, qué rico tiempo de descanso. Las ansiadas vacaciones a la vuelta de la esquina. A disfrutar y olvidarse de horarios y relojes, de estrés y contratiempos, de tránsito intenso y calles atestadas de gente.
¿Vamos a la playa?
 Sí, por favor. Sol, arena y mar…, pero que no sea en Chuburná porque los tiburones ¡¡me dan mieeeedo!! Mejor en ningún lugar de la costa yucateca… ¿Qué tal si ya llegaron más tiburones?
No hay problema, nos vamos entonces a la Riviera…
¡Uaaay! Por ahí tampoco, ya ves que Quintana Roo se ha vuelto tierra de narcos… Y los retenes, y los militares… y los policías…. Mejor no… ¡Me da mieeeeedo!
Entonces haremos un recorrido por algunos estados del país, ya ves que tenemos harta belleza natural…
Mmmm. Puede ser… Pero vamos a evitar ir a lugares de riesgo… ¿Te enteraste de que los matones a sueldo andan por todas partes? Uaaay… ¿Te imaginas que estemos de vacaciones y pasemos por algún puente en el que veamos colgando un cuerpo descabezado? ¡¡Me da mieeeeedo!!
Está bien, quedémenos en casa unos días. Tranquilos, a la flojera total… ¿Te parece?
Sí, mejor… Vamos veamos algo en la televisión
Perfecto… Está por empezar CSI… También Mentes criminales… Mujeres asesinas… El Capo... ¡Hay de donde escoger!...

martes, 27 de julio de 2010

Decepciones

A todos nos ha pasado. De pronto nos encontramos en el camino a personas que nos hacen daño. Ya sea porque mienten, se aprovechan de nuestra buena fe, engañan y sólo miran por sus intereses, o prometen cosas que no son capaces de cumplir. Eso es inevitable. Lo que sí podemos evitar es que nos envenenen con su actitud. Hay que recordar, siempre, que todos dan justo lo que tienen.
Las historias personales nos hacen crecer a todos en direcciones tan diferentes. Lo importante es saber quiénes somos nosotros, de qué estamos hechos y qué podemos ofrecer a los demás y, lo más importante, a nosotros mismos.
Vengo de una decepción. De darme cuenta de que alguien a quien quise mucho y consideraba un magnífico amigo se aprovechó de eso para dañarme. Lo he llorado, sí, pero nomás tantito. Porque sé quién soy y me valoro, porque sé que le di y le di de buena fe. Le di cobijo, consejos, comida y hasta techo cuando lo necesitó. Le di mi amistad. A cambio traicionó el código principal de la amistad, que es la confianza. Y la confianza, cuando se rompe, ni con Kola loca pega de nuevo.
Es simple, hay  personas que llegan a nuestras vidas para siempre. Son esos amigos incondicionales que ni el tiempo ni la distancia separan de nuestro corazón. Los otros, los embusteros, van de paso. Sin embargo, también a ellos hay que agradecerles lo que nos enseñaron. Toda decepción, todo dolor, nos hace más fuertes y nos muestran los caminos que no hay que volver a transitar. Duele, sí, pero también permiten que nos levantemos más fuertes y optimistas.  Agradecidos porque finalmente su partida es lo mejor para nosotros. Y sinceramente, sin afanes canallescos, sabemos que el que no respeta la amistad no respeta nada, sabemos que quien sólo piensa en sí mismo nunca será capaz de grandes cosas. Eso es digno de compasión.
Agradezcamos que vivimos experiencias dolorosas, agradezcamos que sabemos aprovecharlas y sacar de ellas algo positivo. Total, las lágrimas se secan en un dos por tres y para quien sabe amar siempre habrá mejores horizontes.

jueves, 22 de julio de 2010

Escapar

Siente que el alma se le cae a pedazos igual que el corazón. Su cuerpo frágil no puede más y no halla la forma de escapar. La única salida son los sueños que mantienen la esperanza, pero la realidad cada mañana se impone como artero bofetón.
No entiende por qué sus padres, los dos, tienen que hablarle siempre a gritos y al menor titubeo en cualquier respuesta es víctima de golpes con las manos, con chanclas, con cinturones, con tablas o con lo que papá o mamá tengan a la mano. Ella se esfuerza por ayudar, por no estorbar, por ser invisible incluso. Se esfuerza siempre, pero nunca es suficiente.
Tiene apenas 10 años y el alma envejecida por el desamor. No sabe que hay un mundo más allá. No va a la escuela, no tiene amigos de su edad. Sólo vive junto a dos adultos desgastados por el odio, por la miseria, por el  alcohol. Dos adultos marcados también por experiencias traumáticas. Celia sufre, pero no puede externarlo. A veces, cuando sale al patio en las mañanas para lavar la ropa, se maravilla con el amanecer, con los colores del cielo, con la brisa matutina... Entonces, su corazón de niña siente algo así como alegría y piensa que le gustaría detener el tiempo en ese momento... Es justo en ese momento cuando aparece tras ella su madre y con brutal empujón le recuerda que no salió a "perder el tiempo", sino a ayudar con el quehacer.
Celia no entiende muy bien cómo fue, pero un día llegaron a su casa dos mujeres con lindos vestidos y caras de "buena gente". Sus padres, como siempre, insultaron, ofendieron, amenazaron. Celia no recuerda cómo, pero de pronto unos agentes aparecieron y se llevaron a sus padres. Una mezcla de alivio y de dolor le atraviesa el cuerpo. Las mujeres la llevan a un lugar que, dicen, será su nueva casa. Allí no habrá humillaciones, no habrá dolor y posiblemente alguna familia quisiera llevársela pronto.
Celia siente temor mezclado con la esperanza y la emoción de una nueva vida. En la nueva casa hay muchos niños, la mayoría pequeños. Pasan los días, Celia se adapta y trata de ayudar, trata de no estorbar, pero siempre recibe malos tratos y regaños de la encargada del lugar. Celia no entiende y por las noches llora. La encargada le repite cada día que mejor se acostumbre a esta nueva vida... "A niñas de tu edad nadie las quiere, las señoras que vienen al centro sólo buscan bebés. Así que mejor me obedeces y te portas bien porque estaremos juntas  mucho tiempo".
Celia no entiende. Su corazón roto se sigue rompiendo en mil pedazos. ¿Por qué nadie me quiere? Yo puedo ayudar en la casa, sé trabajar... ¿Por qué? ¿Por qué? Llora tanto que siente que se desmayará... Quiere escapar, pero sabe que no podrá. La vigilancia es estricta. ¿Y los sueños? Celia tiene diez años y esta noche se ha escapado persiguiendo el sueño de ser feliz... Se ha escapado como pudo, no vaciló... La soga fue su aliada...
Hoy los periódicos le dedican atención a la pequeña de diez años, a la que nadie quiso adoptar, a la que nadie quiso amar... Hoy todos se conmueven con su muerte; hoy, cuando ya de nada sirve...

miércoles, 21 de julio de 2010

Lágrimas al aire libre


Llegan al parque minutos antes que yo. Camino dos pasos detrás de ellos. Qué lindo, pienso, un matrimonio unido que viene a compartir al aire libre los primeros minutos del día.
Entre la calma y el bienestar que se respira a esa temprana hora, el diálogo entre ellos empieza: “Estoy cansada, harta. Tú nunca estás, no me apoyas. Claro, muy fácil, yo encargada de la casa y de los niños y tú con la gran vida paseando a tu antojo”
Un gruñido por respuesta. El, con la mirada perdida en el vacío, no oculta su fastidio y en todo el diálogo los gruñidos fueron su única participación. Las quejas, hondas, interminables, siguen. De pronto la mujer rompe a llorar, a lágrima viva. Me siento incómoda caminando detrás suyo. Parezco guarura o ángel de la guarda, pienso. Río, no puedo evitarlo, me solidarizo con su pena, la de ambos, pero no puedo dejar de pensar en lo absurdo o cómico de la situación. Ambos caminan a paso rápido, visten ropa deportiva y llegaron juntos a la caminata matutina. Es obvio que se  prepararon para hacer ejercicio juntos. ¿Y todo para qué? Reclamaciones, hastío, un vacío profundo y doloroso… al parecer eso es lo que comparten, además de una casa e hijos.
Pero bueno, me quedo a solas con mis pensamientos, mientras ellos aprietan el paso y se alejan, juntos, en dirección a su auto… A seguir con su vida...
¡La de cosas que uno aprende en el parque!

lunes, 19 de julio de 2010

Pesadilla

Era un pesadilla, pero ella no podía saberlo. Corría por un pasillo interminable, llena de angustia. Y la voz retumbaba en su cabeza. No sabía de dónde salía, sólo que la escuchaba nítida, a pesar de que los latidos del corazón también le inundaban la cabeza: "cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí".

Sudaba por el esfuerzo y también por el miedo que sentía justo en los huesos y en la piel. Corría, corría y no llegaba a ninguna parte en una suerte de laberinto de colores brillantes. "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí"... Retumbaba potente la voz y a ratos tenía matices de impotencia, a ratos de disgusto, a ratos de furia, a ratos de nostalgia.

Ya no podía más, el esfuerzo físico aunado al intenso miedo que experimentaba le harían estallar en mil pedazos el corazón en cualquier momento, El pasillo se hacía cada vez más estrecho, más reluciente, más frío. Llegó el momento en que las paredes quedaron justo rozándole los brazos y las piernas y ella no podía detenerse. Lloraba de miedo, lloraba de cansancio, lloraba de impotencia. Un fuerte silbido, como de tragedia, la despertó bruscamente. Miró a su lado y era cierto... aún estaba ahí.

domingo, 18 de julio de 2010

Viajar en autobús

Con el auto en el taller recibiendo servicio hoy me toca viajar en transporte colectivo. Espero el autobús en la esquina de mi casa. Pasan dos cuyos choferes parecieran programados para no detenerse. Aferrados al volante se van como exhalación... Sigo esperando. Viene el tercero y ese sí se detiene... Con mi natural agilidad me subo justo en la milésima de segundo que tardó en detenerse y ponerse en marcha de nuevo... ¡IUff... A tiempo!

Ah, qué buena bienvenida... Sabrosona "La comadre" se escucha en la radio... Es de agradecer el afán educativo del chofer al compartirnos esas joyas musicales... Las letras son "un poema". Oda a la vulgaridad, el título más acertado. Y el volumen.... mmm, la música no sólo te entra por los oídos, sino que se mete en cada poro, al grado que luego de cinco minutos escuchándola el esfuerzo por no ponerte de pie a bailar frenéticamente es agotador... Pero tampoco puedes abstraerte... La velocidad del autobús se intensifica más y más y más.... En un reflejo involuntario "freno" con los pies bajo mi asiento cada que veo acercarse un obstáculo que parece insalvable, sea peatón, auto estacionado, motociclista, etc. El corazón me late tan de prisa que es capaz de explotar de un momento a otro.

Trato de leer... Imposible, entre la música y el miedo, convertido ya en terror por la temeraria forma de conducir del chofer, las letras danzan casi tan frenéticamente como la música. Como dicen que ocurre cuando la muerte está cercana pasan por mi mente mil imágenes de mi vida... "Los quise mucho a todos... si muero no olviden cuánto los quise"... No puedo evitar reir nerviosamente ante mi lúgubre pensamiento mientras seguimos avanzando a una velocidad ilícita, casi obscena.

Llegando al centro de la ciudad se complica el asunto porque el chofer no está programado para conducir a baja velocidad; entonces en tramos pequeñísimo entre un auto y otro pretende desarrollar la turbovelocidad con que nos ha traído... Pisa el freno con fuerza digna de mejor causa y ni se fija del bamboleo de cabezas que esto ocasiona entre los pasajeros...No sería mala idea llevar un collar ortopèdico cada que uno viaja en autobús. Esta nueva idea provoca otra risa nerviosa en mí... El compañero de asiento me mira como censurando mi risa o preguntándose "¿Estará loca?", pero en la manera como está aferrado al asiento veo que es víctima del mismo miedo atroz que yo y río más...

Por fin, la cercanía del paradero de autobuses casi me pone de rodillas para pedir a Dios que,"por favor, por favor, por favor", nos permita llegar a tan ansiada meta, a unos 300 metros de distancia.

El chofer sigue evadiendo obstáculos... Casi siento el aliento de los pasajeros de otro autobús al que rebasamos.

¡No lo puedo creer! Llegamos sin chocar... Mis piernas, temblorosas, tardan en obedecer el mandato de mi cerebro para ponerme de pie y bajar. Los demàs pasajeros bajan serios, callados, cabizbajos...parecen personajes de Juan Rulfo, pienso y río de nuevo. Me pregunto cómo pueden ocultar bajo esa máscara la amplia gama de emociones que acaban de vivir, el exceso de adrenalina que acabamos de liberar.

Yo por mi parte, bajo con una sonrisa imposible de ocultar. Agradecida con la vida por esta nueva oportunidad... Mentalmente me pongo de rodillas para besar la acera... ¡Bendita sea!

¿Y creen que esto no fue divertido? Por el precio de un boleto de autobús vivimos emociones tan fuertes como en los mejores juegos mecánicos... ¿A poco no es una ganga?

¿Y a quien le importa la seguridad de los pasajeros? Está claro que al chofer no y que a los jefes del chofer tampoco y a las autoridades menos... Pero siempre hay que recordar aquello de: boleto de autobús, cinco pesos... pastillas para los nervios ... 80 pesos....collar ortopédico por si las moscas... 200 pesos... llegar a salvo a la meta luego de un alucinante viaje en autobús... no tiene precio.

lunes, 12 de julio de 2010

A modo de presentación

Siempre estamos "en tiempo de..." En tiempo de amar, pensar, recordar, sentir, festejar, trabajar, aprender, enmendar, perdonar, escribir, compartir, vivir, experimentar. De ahí el nombre, de ahí las ganas, de ahí el intento... Bienvenidos todos