lunes, 19 de julio de 2010

Pesadilla

Era un pesadilla, pero ella no podía saberlo. Corría por un pasillo interminable, llena de angustia. Y la voz retumbaba en su cabeza. No sabía de dónde salía, sólo que la escuchaba nítida, a pesar de que los latidos del corazón también le inundaban la cabeza: "cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí".

Sudaba por el esfuerzo y también por el miedo que sentía justo en los huesos y en la piel. Corría, corría y no llegaba a ninguna parte en una suerte de laberinto de colores brillantes. "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí"... Retumbaba potente la voz y a ratos tenía matices de impotencia, a ratos de disgusto, a ratos de furia, a ratos de nostalgia.

Ya no podía más, el esfuerzo físico aunado al intenso miedo que experimentaba le harían estallar en mil pedazos el corazón en cualquier momento, El pasillo se hacía cada vez más estrecho, más reluciente, más frío. Llegó el momento en que las paredes quedaron justo rozándole los brazos y las piernas y ella no podía detenerse. Lloraba de miedo, lloraba de cansancio, lloraba de impotencia. Un fuerte silbido, como de tragedia, la despertó bruscamente. Miró a su lado y era cierto... aún estaba ahí.

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