sábado, 31 de julio de 2010

Tiburones, narcos y matones...




Ah, qué rico tiempo de descanso. Las ansiadas vacaciones a la vuelta de la esquina. A disfrutar y olvidarse de horarios y relojes, de estrés y contratiempos, de tránsito intenso y calles atestadas de gente.
¿Vamos a la playa?
 Sí, por favor. Sol, arena y mar…, pero que no sea en Chuburná porque los tiburones ¡¡me dan mieeeedo!! Mejor en ningún lugar de la costa yucateca… ¿Qué tal si ya llegaron más tiburones?
No hay problema, nos vamos entonces a la Riviera…
¡Uaaay! Por ahí tampoco, ya ves que Quintana Roo se ha vuelto tierra de narcos… Y los retenes, y los militares… y los policías…. Mejor no… ¡Me da mieeeeedo!
Entonces haremos un recorrido por algunos estados del país, ya ves que tenemos harta belleza natural…
Mmmm. Puede ser… Pero vamos a evitar ir a lugares de riesgo… ¿Te enteraste de que los matones a sueldo andan por todas partes? Uaaay… ¿Te imaginas que estemos de vacaciones y pasemos por algún puente en el que veamos colgando un cuerpo descabezado? ¡¡Me da mieeeeedo!!
Está bien, quedémenos en casa unos días. Tranquilos, a la flojera total… ¿Te parece?
Sí, mejor… Vamos veamos algo en la televisión
Perfecto… Está por empezar CSI… También Mentes criminales… Mujeres asesinas… El Capo... ¡Hay de donde escoger!...

martes, 27 de julio de 2010

Decepciones

A todos nos ha pasado. De pronto nos encontramos en el camino a personas que nos hacen daño. Ya sea porque mienten, se aprovechan de nuestra buena fe, engañan y sólo miran por sus intereses, o prometen cosas que no son capaces de cumplir. Eso es inevitable. Lo que sí podemos evitar es que nos envenenen con su actitud. Hay que recordar, siempre, que todos dan justo lo que tienen.
Las historias personales nos hacen crecer a todos en direcciones tan diferentes. Lo importante es saber quiénes somos nosotros, de qué estamos hechos y qué podemos ofrecer a los demás y, lo más importante, a nosotros mismos.
Vengo de una decepción. De darme cuenta de que alguien a quien quise mucho y consideraba un magnífico amigo se aprovechó de eso para dañarme. Lo he llorado, sí, pero nomás tantito. Porque sé quién soy y me valoro, porque sé que le di y le di de buena fe. Le di cobijo, consejos, comida y hasta techo cuando lo necesitó. Le di mi amistad. A cambio traicionó el código principal de la amistad, que es la confianza. Y la confianza, cuando se rompe, ni con Kola loca pega de nuevo.
Es simple, hay  personas que llegan a nuestras vidas para siempre. Son esos amigos incondicionales que ni el tiempo ni la distancia separan de nuestro corazón. Los otros, los embusteros, van de paso. Sin embargo, también a ellos hay que agradecerles lo que nos enseñaron. Toda decepción, todo dolor, nos hace más fuertes y nos muestran los caminos que no hay que volver a transitar. Duele, sí, pero también permiten que nos levantemos más fuertes y optimistas.  Agradecidos porque finalmente su partida es lo mejor para nosotros. Y sinceramente, sin afanes canallescos, sabemos que el que no respeta la amistad no respeta nada, sabemos que quien sólo piensa en sí mismo nunca será capaz de grandes cosas. Eso es digno de compasión.
Agradezcamos que vivimos experiencias dolorosas, agradezcamos que sabemos aprovecharlas y sacar de ellas algo positivo. Total, las lágrimas se secan en un dos por tres y para quien sabe amar siempre habrá mejores horizontes.

jueves, 22 de julio de 2010

Escapar

Siente que el alma se le cae a pedazos igual que el corazón. Su cuerpo frágil no puede más y no halla la forma de escapar. La única salida son los sueños que mantienen la esperanza, pero la realidad cada mañana se impone como artero bofetón.
No entiende por qué sus padres, los dos, tienen que hablarle siempre a gritos y al menor titubeo en cualquier respuesta es víctima de golpes con las manos, con chanclas, con cinturones, con tablas o con lo que papá o mamá tengan a la mano. Ella se esfuerza por ayudar, por no estorbar, por ser invisible incluso. Se esfuerza siempre, pero nunca es suficiente.
Tiene apenas 10 años y el alma envejecida por el desamor. No sabe que hay un mundo más allá. No va a la escuela, no tiene amigos de su edad. Sólo vive junto a dos adultos desgastados por el odio, por la miseria, por el  alcohol. Dos adultos marcados también por experiencias traumáticas. Celia sufre, pero no puede externarlo. A veces, cuando sale al patio en las mañanas para lavar la ropa, se maravilla con el amanecer, con los colores del cielo, con la brisa matutina... Entonces, su corazón de niña siente algo así como alegría y piensa que le gustaría detener el tiempo en ese momento... Es justo en ese momento cuando aparece tras ella su madre y con brutal empujón le recuerda que no salió a "perder el tiempo", sino a ayudar con el quehacer.
Celia no entiende muy bien cómo fue, pero un día llegaron a su casa dos mujeres con lindos vestidos y caras de "buena gente". Sus padres, como siempre, insultaron, ofendieron, amenazaron. Celia no recuerda cómo, pero de pronto unos agentes aparecieron y se llevaron a sus padres. Una mezcla de alivio y de dolor le atraviesa el cuerpo. Las mujeres la llevan a un lugar que, dicen, será su nueva casa. Allí no habrá humillaciones, no habrá dolor y posiblemente alguna familia quisiera llevársela pronto.
Celia siente temor mezclado con la esperanza y la emoción de una nueva vida. En la nueva casa hay muchos niños, la mayoría pequeños. Pasan los días, Celia se adapta y trata de ayudar, trata de no estorbar, pero siempre recibe malos tratos y regaños de la encargada del lugar. Celia no entiende y por las noches llora. La encargada le repite cada día que mejor se acostumbre a esta nueva vida... "A niñas de tu edad nadie las quiere, las señoras que vienen al centro sólo buscan bebés. Así que mejor me obedeces y te portas bien porque estaremos juntas  mucho tiempo".
Celia no entiende. Su corazón roto se sigue rompiendo en mil pedazos. ¿Por qué nadie me quiere? Yo puedo ayudar en la casa, sé trabajar... ¿Por qué? ¿Por qué? Llora tanto que siente que se desmayará... Quiere escapar, pero sabe que no podrá. La vigilancia es estricta. ¿Y los sueños? Celia tiene diez años y esta noche se ha escapado persiguiendo el sueño de ser feliz... Se ha escapado como pudo, no vaciló... La soga fue su aliada...
Hoy los periódicos le dedican atención a la pequeña de diez años, a la que nadie quiso adoptar, a la que nadie quiso amar... Hoy todos se conmueven con su muerte; hoy, cuando ya de nada sirve...

miércoles, 21 de julio de 2010

Lágrimas al aire libre


Llegan al parque minutos antes que yo. Camino dos pasos detrás de ellos. Qué lindo, pienso, un matrimonio unido que viene a compartir al aire libre los primeros minutos del día.
Entre la calma y el bienestar que se respira a esa temprana hora, el diálogo entre ellos empieza: “Estoy cansada, harta. Tú nunca estás, no me apoyas. Claro, muy fácil, yo encargada de la casa y de los niños y tú con la gran vida paseando a tu antojo”
Un gruñido por respuesta. El, con la mirada perdida en el vacío, no oculta su fastidio y en todo el diálogo los gruñidos fueron su única participación. Las quejas, hondas, interminables, siguen. De pronto la mujer rompe a llorar, a lágrima viva. Me siento incómoda caminando detrás suyo. Parezco guarura o ángel de la guarda, pienso. Río, no puedo evitarlo, me solidarizo con su pena, la de ambos, pero no puedo dejar de pensar en lo absurdo o cómico de la situación. Ambos caminan a paso rápido, visten ropa deportiva y llegaron juntos a la caminata matutina. Es obvio que se  prepararon para hacer ejercicio juntos. ¿Y todo para qué? Reclamaciones, hastío, un vacío profundo y doloroso… al parecer eso es lo que comparten, además de una casa e hijos.
Pero bueno, me quedo a solas con mis pensamientos, mientras ellos aprietan el paso y se alejan, juntos, en dirección a su auto… A seguir con su vida...
¡La de cosas que uno aprende en el parque!

lunes, 19 de julio de 2010

Pesadilla

Era un pesadilla, pero ella no podía saberlo. Corría por un pasillo interminable, llena de angustia. Y la voz retumbaba en su cabeza. No sabía de dónde salía, sólo que la escuchaba nítida, a pesar de que los latidos del corazón también le inundaban la cabeza: "cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí".

Sudaba por el esfuerzo y también por el miedo que sentía justo en los huesos y en la piel. Corría, corría y no llegaba a ninguna parte en una suerte de laberinto de colores brillantes. "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí"... Retumbaba potente la voz y a ratos tenía matices de impotencia, a ratos de disgusto, a ratos de furia, a ratos de nostalgia.

Ya no podía más, el esfuerzo físico aunado al intenso miedo que experimentaba le harían estallar en mil pedazos el corazón en cualquier momento, El pasillo se hacía cada vez más estrecho, más reluciente, más frío. Llegó el momento en que las paredes quedaron justo rozándole los brazos y las piernas y ella no podía detenerse. Lloraba de miedo, lloraba de cansancio, lloraba de impotencia. Un fuerte silbido, como de tragedia, la despertó bruscamente. Miró a su lado y era cierto... aún estaba ahí.

domingo, 18 de julio de 2010

Viajar en autobús

Con el auto en el taller recibiendo servicio hoy me toca viajar en transporte colectivo. Espero el autobús en la esquina de mi casa. Pasan dos cuyos choferes parecieran programados para no detenerse. Aferrados al volante se van como exhalación... Sigo esperando. Viene el tercero y ese sí se detiene... Con mi natural agilidad me subo justo en la milésima de segundo que tardó en detenerse y ponerse en marcha de nuevo... ¡IUff... A tiempo!

Ah, qué buena bienvenida... Sabrosona "La comadre" se escucha en la radio... Es de agradecer el afán educativo del chofer al compartirnos esas joyas musicales... Las letras son "un poema". Oda a la vulgaridad, el título más acertado. Y el volumen.... mmm, la música no sólo te entra por los oídos, sino que se mete en cada poro, al grado que luego de cinco minutos escuchándola el esfuerzo por no ponerte de pie a bailar frenéticamente es agotador... Pero tampoco puedes abstraerte... La velocidad del autobús se intensifica más y más y más.... En un reflejo involuntario "freno" con los pies bajo mi asiento cada que veo acercarse un obstáculo que parece insalvable, sea peatón, auto estacionado, motociclista, etc. El corazón me late tan de prisa que es capaz de explotar de un momento a otro.

Trato de leer... Imposible, entre la música y el miedo, convertido ya en terror por la temeraria forma de conducir del chofer, las letras danzan casi tan frenéticamente como la música. Como dicen que ocurre cuando la muerte está cercana pasan por mi mente mil imágenes de mi vida... "Los quise mucho a todos... si muero no olviden cuánto los quise"... No puedo evitar reir nerviosamente ante mi lúgubre pensamiento mientras seguimos avanzando a una velocidad ilícita, casi obscena.

Llegando al centro de la ciudad se complica el asunto porque el chofer no está programado para conducir a baja velocidad; entonces en tramos pequeñísimo entre un auto y otro pretende desarrollar la turbovelocidad con que nos ha traído... Pisa el freno con fuerza digna de mejor causa y ni se fija del bamboleo de cabezas que esto ocasiona entre los pasajeros...No sería mala idea llevar un collar ortopèdico cada que uno viaja en autobús. Esta nueva idea provoca otra risa nerviosa en mí... El compañero de asiento me mira como censurando mi risa o preguntándose "¿Estará loca?", pero en la manera como está aferrado al asiento veo que es víctima del mismo miedo atroz que yo y río más...

Por fin, la cercanía del paradero de autobuses casi me pone de rodillas para pedir a Dios que,"por favor, por favor, por favor", nos permita llegar a tan ansiada meta, a unos 300 metros de distancia.

El chofer sigue evadiendo obstáculos... Casi siento el aliento de los pasajeros de otro autobús al que rebasamos.

¡No lo puedo creer! Llegamos sin chocar... Mis piernas, temblorosas, tardan en obedecer el mandato de mi cerebro para ponerme de pie y bajar. Los demàs pasajeros bajan serios, callados, cabizbajos...parecen personajes de Juan Rulfo, pienso y río de nuevo. Me pregunto cómo pueden ocultar bajo esa máscara la amplia gama de emociones que acaban de vivir, el exceso de adrenalina que acabamos de liberar.

Yo por mi parte, bajo con una sonrisa imposible de ocultar. Agradecida con la vida por esta nueva oportunidad... Mentalmente me pongo de rodillas para besar la acera... ¡Bendita sea!

¿Y creen que esto no fue divertido? Por el precio de un boleto de autobús vivimos emociones tan fuertes como en los mejores juegos mecánicos... ¿A poco no es una ganga?

¿Y a quien le importa la seguridad de los pasajeros? Está claro que al chofer no y que a los jefes del chofer tampoco y a las autoridades menos... Pero siempre hay que recordar aquello de: boleto de autobús, cinco pesos... pastillas para los nervios ... 80 pesos....collar ortopédico por si las moscas... 200 pesos... llegar a salvo a la meta luego de un alucinante viaje en autobús... no tiene precio.

lunes, 12 de julio de 2010

A modo de presentación

Siempre estamos "en tiempo de..." En tiempo de amar, pensar, recordar, sentir, festejar, trabajar, aprender, enmendar, perdonar, escribir, compartir, vivir, experimentar. De ahí el nombre, de ahí las ganas, de ahí el intento... Bienvenidos todos