Despierta este sábado perezoso con el cielo gris. El alma enamorada y el cuerpo satisfecho. Miro tus ojos y me vuelvo a enamorar. ¿Hay algo mejor que este cotidiano pedazo de cielo? ¡Ah, como nos hacemos broncas gratuitas, sacadas de la nada! Pienso y te digo. Respondes sí y me atraes a tus brazos. Comienza el día.
Hoy, sábado, día de pereza, es rico estar entre estas sábanas limpias y olorosas enredada a tu cuerpo. Cuánto atravesamos para llegar a esto. Cuánto.
Me dices que la vida antes de mí era como un barco enloquecido. Recordamos a Sabina y te respondo que has llegado justo a tiempo para mudarnos juntos de la calle melancolía. Reímos como necios, en este momento somos eso. Yo te miro y te admiro, tú me miras y reinventas mi forma de ver la vida.
Eres sabio, eres bueno y te amo. Soy un rompecabezas al que le faltan piezas y aún así me amas... ¿Hay algo más allá de esta cotidiana alegría? ¿Hay algo más allá del oasis de la casa? Hoy no quiero pensar, dices, esta mañana es para sentir y disfrutar... El bolero de Ravel y el aroma de café llenan la casa en esta mañana de sábado, perezosa, gris y, en tus brazos, perfecta.
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