Siente que el alma se le cae a pedazos igual que el corazón. Su cuerpo frágil no puede más y no halla la forma de escapar. La única salida son los sueños que mantienen la esperanza, pero la realidad cada mañana se impone como artero bofetón.
No entiende por qué sus padres, los dos, tienen que hablarle siempre a gritos y al menor titubeo en cualquier respuesta es víctima de golpes con las manos, con chanclas, con cinturones, con tablas o con lo que papá o mamá tengan a la mano. Ella se esfuerza por ayudar, por no estorbar, por ser invisible incluso. Se esfuerza siempre, pero nunca es suficiente.
Tiene apenas 10 años y el alma envejecida por el desamor. No sabe que hay un mundo más allá. No va a la escuela, no tiene amigos de su edad. Sólo vive junto a dos adultos desgastados por el odio, por la miseria, por el alcohol. Dos adultos marcados también por experiencias traumáticas. Celia sufre, pero no puede externarlo. A veces, cuando sale al patio en las mañanas para lavar la ropa, se maravilla con el amanecer, con los colores del cielo, con la brisa matutina... Entonces, su corazón de niña siente algo así como alegría y piensa que le gustaría detener el tiempo en ese momento... Es justo en ese momento cuando aparece tras ella su madre y con brutal empujón le recuerda que no salió a "perder el tiempo", sino a ayudar con el quehacer.
Celia no entiende muy bien cómo fue, pero un día llegaron a su casa dos mujeres con lindos vestidos y caras de "buena gente". Sus padres, como siempre, insultaron, ofendieron, amenazaron. Celia no recuerda cómo, pero de pronto unos agentes aparecieron y se llevaron a sus padres. Una mezcla de alivio y de dolor le atraviesa el cuerpo. Las mujeres la llevan a un lugar que, dicen, será su nueva casa. Allí no habrá humillaciones, no habrá dolor y posiblemente alguna familia quisiera llevársela pronto.
Celia siente temor mezclado con la esperanza y la emoción de una nueva vida. En la nueva casa hay muchos niños, la mayoría pequeños. Pasan los días, Celia se adapta y trata de ayudar, trata de no estorbar, pero siempre recibe malos tratos y regaños de la encargada del lugar. Celia no entiende y por las noches llora. La encargada le repite cada día que mejor se acostumbre a esta nueva vida... "A niñas de tu edad nadie las quiere, las señoras que vienen al centro sólo buscan bebés. Así que mejor me obedeces y te portas bien porque estaremos juntas mucho tiempo".
Celia no entiende. Su corazón roto se sigue rompiendo en mil pedazos. ¿Por qué nadie me quiere? Yo puedo ayudar en la casa, sé trabajar... ¿Por qué? ¿Por qué? Llora tanto que siente que se desmayará... Quiere escapar, pero sabe que no podrá. La vigilancia es estricta. ¿Y los sueños? Celia tiene diez años y esta noche se ha escapado persiguiendo el sueño de ser feliz... Se ha escapado como pudo, no vaciló... La soga fue su aliada...
Hoy los periódicos le dedican atención a la pequeña de diez años, a la que nadie quiso adoptar, a la que nadie quiso amar... Hoy todos se conmueven con su muerte; hoy, cuando ya de nada sirve...
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