Siempre estamos "en tiempo de..." En tiempo de amar, pensar, recordar, sentir, festejar, trabajar, aprender, enmendar, perdonar, escribir, compartir, vivir, experimentar. De ahí el nombre, de ahí las ganas, de ahí el intento... Bienvenidos todos
domingo, 21 de noviembre de 2010
Poemas (La luna invita)
viernes, 12 de noviembre de 2010
Bolero
Quien no haya amado al amparo de un bolero que tire la primera piedra
El bolero, más que un género musical, es una caja de sorpresas. Lo abres y lo mismo puedes reír, que suspirar o llorar a lágrima viva.
"¿Por qué no han de saber que te amo vida mía?" La serenata descubre al amor secreto, lo grita, lo presume. El bolero acompaña el principio del amor, el querer sin tregua, sin desmayo ni cansancio. El bolero sublima la nostalgia... "Aquellos ojos verdes de mirada serena dejaron en mi alma eterna sed de amor...", habla del dolor, del dolor qué solo entiende un alma enamorada, presa de la angustia: "ay, cariño, si vieras como estoy desesperado por tu ausencia..."; el bolero exige, apremia la caricia “bésame, bésame mucho... como si fuera esta noche la última vez"; endiosa la belleza de la mujer amada "bonita, como aquellos juguetes, que yo tuve en los días infantiles de ayer…"
El bolero convierte al ser amado en una fibra única de amor, lo entrega por completo a la persona amada "No existe un momento del día, en que pueda apartarte de mí…" Le canta de manera poética al amor sucumbido "están clavadas dos cruces en el monte del olvido por dos amores que han muerto sin haberse comprendido...". Con el bolero bajas la guardia : “llévame si quieres hasta el fondo del dolor, hazlo como quieras por maldad o por amor...”
También da cuenta del amor prohibido, censurado: “porque tu amor es mi espina por las cuatro esquinas hablan de los dos, que es un escándalo dicen y hasta me maldicen por darte mi amor...” En el bolero hallan cobijo también los amores contrariados, enfermizos. "Tal vez sería mejor que no volvieras, quizá fuera mejor que me olvidaras, volver es empezar a atormentarnos, a querernos para odiarnos sin principio ni final". De la fatalidad: "quisiera abrir lentamente mis venas, mi sangre toda verterla a tus pies, para poderte demostrar que más no puedo amar y entonces morir después."
La dualidad que siente el enamorado se expresa perfectamente cuando dice: “de noche cuando me acuesto a Dios le pido olvidarte y al amanecer despierto tan solo para adorarte” o cuando canta con el corazón adolorido: “te odio y te quiero porque a ti te debo mis horas amargas mis horas de miel... “ El egoísmo del amor cabe perfecto en un bolero: “quiero que vivas sólo para mí y que tu vayas por donde yo voy...” Lo amargo de la decepción: “cuán falso fue tu amor, me has engañado”. El bolero reclama y ofende desde la justicia de las heridas: “hipócrita, sencillamente hipócrita, perversa te burlaste de mí”. Y la fatalidad asoma de nuevo: "en la vida hay amores que nunca pueden olvidarse...”
El bolero obliga a crear nudos, a atar para no perderse: “júrame que aunque pase mucho tiempo no olvidaras el momento en que yo te conocí”. También sentencia, dicta el destino: "mía, aunque tú vayas por otro camino y que jamás nos ayude el destino, nunca te olvides, sigues siendo mía".
Enfrenta la tragedia: "nosotros, que nos queremos tanto debemos separarnos no me preguntes más”. Se tutea con la eternidad: “hemos jurado amarnos hasta la muerte y si los muertos aman después de muertos amarnos más”.
Le canta con palabras tiernas incluso a la obsesión: “amor es el pan de la vida, amor es la copa divina amor es un algo sin nombre que obsesiona al hombre por una mujer”. Reta al destino: “por más que se oponga el destino serás para mí”. Culpa a Dios: “aunque no quieras tú ni quiera yo, lo quiso Dios...”; brinda consuelo y compañía: “si tienes un hondo penar piensa en mí, si tienes ganas de llorar piensa en mí”.
Engrandece el sentimiento propio: “que sabes tú lo que es estar enamorado...” Confía y espera: “cuando estés convencida que nadie en el mundo te pueda querer como yo...” Ofrece imposibles: “toda una vida estaría contigo...· Culpa al ser amado de todo sufrimiento: “usted es la culpable de todas mis angustias y todos mis quebrantos”. Culpa y halaga al culpar...
El bolero retrata la ansiedad del enamorado: “Dejo el lecho y me asomo a la ventana, contemplo de la noche su esplendor me sorprende la luz de la mañana en mi loco desvelo por tu amor”.
El bolero no pasa de moda, el bolero siempre está para gritar el amor, para curar el dolor o para ahondarlo. El bolero, compañero de vida.
Estas noches de clima tan agradable pueden ser el pretexto ideal para un grato encuentro amoroso. Abrace a su pareja y sólo dejénse llevar por las notas de un bolero eterno: “te amaré toda la vida, todos los años los meses y los días…”
No se arrepentirá. Nunca falla… Su majestad… el bolero
viernes, 29 de octubre de 2010
Difuntos...
La casa en completo silencio, sin música, porque son días de luto", los preparativos, que no eran pocos, para la gran comida especial, la compra de dulces típicos de esta época, las velas blancas y de colores, el vaso de agua en un lugar apartado para el "ánima sola"...
Todo empezaba a perfilarse cuando se apartaba una mesa de la casa para "construir" el altar... El mantel blanco, las flores -el "amor seco" que se cultivaba en muchos patios-, las velas y veladoras. Salían a relucir los retratos de familiares difuntos, muchos de ellos desconocidos, pero no por eso menos respetados, para los más jóvenes de la familia. Rostros conocidos se confundían con imágenes de santos; la Virgen, con su expresión dulce y serena, presidía el altar que se levantaba en prácticamente todas las casas yucatecas hasta hace algunos años para celebrar estas fechas, llenas de fe, nostalgia y respeto.
Antaño, hasta el clima se confabulaba para hacer estos días diferentes y especiales. Con la llegada del "primer norte", que se presentaba sin falta para fines de octubre -ahora llega sin previo aviso, en la fecha que mejor le acomode-, hasta en el aire se sentía que era "día de muertos".
Los preparativos comenzaban en los últimos días de octubre. Los niños se encargaban de limpiar el patio, que era entonces -cuando aún no se "inventaban" las casas de interés social- una extensión muy grande y llena de árboles. Hay que dejar todo limpio "porque si no, vienen las ánimas a hacerlo".
La familia entera se afanaba en la limpieza exhaustiva de la casa. Los patios lucían impecables, sin hierba, con los árboles "lechados", no se permitía que se acumulara ropa sucia ni basura y toda la casa, en general, albeaba para recibir la visita anual de las ánimas.
El ruido característico -e inolvidable para muchas generaciones de yucatecos- y el olor que salía del batidor de chocolate se escuchaban y sentían desde muy temprano el día 31, cuando el altar se engalanaba con varias tazas de esa bebida, tamales, dulces y panes y el tradicional "xec", en memoria de los niños muertos.
Al día siguiente, 1 de noviembre, el altar recibía al protagonista principal: el mucbilpollo o "pib" (nombre que se le da por la forma de cocinarse, enterrado). La costumbre era que el primer "pib" que estuviera listo se ofrendara en el altar para que las ánimas "tomaran la esencia". Además, también desde temprano, se ofrendaba chocolate y "pan bueno" a las ánimas.
La preparación del "pib" era, por sí sola, un importante acontecimiento... Desde la noche anterior las ollas comenzaban a despedir olores inigualables. Se dejaba listo el kol y el guisado de carne de puerco y pollo.
Al amanecer, muy temprano, incluso antes de que el sol saliera, se acudía al molino para comprar la masa. La hoja de plátano para envolver los pibes podía incluso tomarse del propio patio porque muchas casas tenían matas de esa fruta. Los demás ingredientes se compraban desde el día anterior y ya todo estaba listo para empezar la faena, que congregaba a toda la familia. Incluso los más pequeños tenían alguna tarea especial, como limpiar la hoja para los pibes. Todo se preparaba entre amena plática y recuerdos de los familiares ya fallecidos o de las cosas que a cualquiera de la familia "le contaron" sobre apariciones y toda clase de sucesos extraños y sobrenaturales.
La elaboración de los "pibes", ya fuera enterrados en el patio u horneados en la panadería más cercana, era un rito que, sin falta, debía concluir antes del mediodía. Justo al mediodía la casa, silenciosa y fresca, se inundaba con el olor a incienso.
A las 12 horas en punto (cuando esta hora coincidía, sin variación en ninguna época del año, con el punto más alto del Sol en el cenit) empezaba el rezo: "Salgan, salgan, salgan, ánimas de pena, que el rosario santo rompa sus cadenas...".
La familia completa, desde los abuelos hasta el niño más pequeño, reunida ante el altar rezaba el rosario, que podía ser muy largo, ya que se pedía por todos los familiares muertos, los amigos y también los simples conocidos. La letanía ("Estrella de la mañana, ruega por él; Torre de marfil, ruega por él; Arca de la Alianza, ruega por él; Refugio de pecadores, ruega por él...") se repetía por cada uno de los muertos mencionados, lo que hacía "cabecear" a no pocos niños y a los abuelitos.
Luego de rezar ¡por fin! llegaba el momento de comer los pibes. Era entonces cuando para los vivos comenzaba la verdadera fiesta. Reunida ahora a la mesa, la familia completa -de aquellas familias grandes de antaño, con no menos de cuatro hijos por pareja- compartía momentos inolvidables entre bocados de "pib" y sorbos de chocolate o atole nuevo.
Hermanos y primos se reunían luego, generalmente en el patio, para contar historias de fantasmas y aparecidos, que a veces hacían llorar a los más pequeños, y que a todos dejaban con cierto temor que les hacía incluso pedir compañía para ir al baño. Entre cuentos y anécdotas, los chiquillos daban cuenta del "xec", la yuca, los mazapanes y todas las delicias que las ánimas ya habían disfrutado "en esencia".
Así transcurrían los "días de muertos". Eran días de recogimiento, de tranquilidad, de rezos, de nostalgia por los familiares fallecidos.
Ahora, las prisas de la vida moderna reducen estos días al "pib" comprado en el súper o encargado a alguna panadería, acompañado de refrescos de cola. Pero esto no podrá nunca sustituir esos días de olores y sabores, de lágrimas y rezos, de agradable convivencia que quedaron grabados para siempre en la memoria y el corazón de quienes tuvimos la fortuna de vivirlos.-
(Artículo publicado en el Diario de Yucatán en octubre de 1998, lo comparto porque no pierde vigencia)
martes, 19 de octubre de 2010
miércoles, 29 de septiembre de 2010
Nostalgia
De su mano también nos apurábamos para llegar a la casa y salir corriendo al patio a ver brotar las lunas, unas flores blancas hermosas que se daban enredadas entre la albarrada. Con ella aprendí a dar gracias a la luna cuando se asomaba tímida con una uña blanca en el cielo despejado. Alrededor de la mesa de familia pobre descubrí el valor de lo justo. Mamá nos repartía las tortillas en igual número a todos, incluso las dividía en medios y cuartos hasta que nadie tuviera más que otro. Recuerdo los refrescos de fruta que hacía con las manos y con el corazón. Aprendí a admirar las casas bonitas que veíamos por la ciudad y aprendí a tener la certeza que de todos los palacios el nuestra era mejor porque era nuestro, aunque no tuviera agua, luz o muebles. Mamá hacía que todo luciera mejor de lo que era.
Con mamá aprendí que por poco que uno tenga siempre hay algo para compartir. Aprendimos todos a disfrutar a fondo los momentos felices, la alegría sencilla y desbordante de estrenar vestidos aunque que no eran nuevos. Tenía una sabiduría innata y una alegría, repito, a toda prueba... Una herencia invaluable que todos los días me afano en conservar... Cada risa, cada cosa que admiro, cada flor que contemplo es como mirarla a ella, rendirle homenaje y llevarla siempre dentro para ser mejor.
sábado, 25 de septiembre de 2010
Amar en cotidiano
Hoy, sábado, día de pereza, es rico estar entre estas sábanas limpias y olorosas enredada a tu cuerpo. Cuánto atravesamos para llegar a esto. Cuánto.
Me dices que la vida antes de mí era como un barco enloquecido. Recordamos a Sabina y te respondo que has llegado justo a tiempo para mudarnos juntos de la calle melancolía. Reímos como necios, en este momento somos eso. Yo te miro y te admiro, tú me miras y reinventas mi forma de ver la vida.
Eres sabio, eres bueno y te amo. Soy un rompecabezas al que le faltan piezas y aún así me amas... ¿Hay algo más allá de esta cotidiana alegría? ¿Hay algo más allá del oasis de la casa? Hoy no quiero pensar, dices, esta mañana es para sentir y disfrutar... El bolero de Ravel y el aroma de café llenan la casa en esta mañana de sábado, perezosa, gris y, en tus brazos, perfecta.
sábado, 11 de septiembre de 2010
Si mi abuela no hubiera muerto...
jueves, 12 de agosto de 2010
Madurar
- Una de las mejores cosas de madurar es que te vuelves libre de verdad. Atrás quedan las actitudes a veces un tanto intolerantes que sueles tener cuando eres inmaduro. Recuerdo que hubo una etapa en la que ninguna persona que no compartiera mis gustos musicales o literarios entraba a mi círculo de amigos. Qué error más grande, si mientras más amplio y variado sea el espectro de gustos y aficiones más se enriquece tu mundo. Es cierto que mis amigos cercanos siempre serán los más afines a mi en muchos aspectos, pero eso ya no es obstáculo para abrirme a la maravilla que significa compartir experiencias y puntos de vista diferentes.
- También madurar significa entender mejor a los demás y no hacer aspavientos por nimiedades. Eso no es sinónimo de que nada importe, al contrario. Creo que se trata de darle el justo valor a todo. No significa perder la capacidad de asombro o indignación, sino que ahora sé cómo manejarla mejor, cómo responder con equilibrio a las situaciones.
- Madurar significa ser totalmente libre de ser como soy, porque ya sé lo que quiero y por qué; porque ya tuve caídas y dolores suficientes para hacerme más humana y comprensiva, porque también aprendí a valorar las maravillas de la vida en cada experiencia hermosa que he vivido. Madurar significa comprender que el mundo no es negro o blanco, sino que tiene muchísimos matices que lo hacen único e interesante. Significa que no me importa lo que piensen los demás de mis actitudes o de mi persona porque ya sé perfectamente quién soy. También aprende a no juzgar con dureza las actitudes de los demás, a no menospreciar gustos y aficiones aunque no las compartas. Creo que también significa aumentar significativamente la reserva de compasión, auténtica, que tienes en el corazón.
- Significa valorar más tu tiempo personal y en familia que cualquier otra actividad. Entender que es en la familia el único sitio donde eres realmente indispensable e insustituible. Significa disfrutar a fondo, reír más a menudo, celebrar todos los días.
- En el camino hacia la madurez hice buenos amigos, amigas insustituibles. He amado y amo con generosidad, sin egoísmo.
- Madurar, que no necesariamente se liga al avance de los años, es una maravilla. Y es también un proceso que no acaba, no es una cima, sino un camino constante.
sábado, 31 de julio de 2010
Tiburones, narcos y matones...
martes, 27 de julio de 2010
Decepciones
jueves, 22 de julio de 2010
Escapar
miércoles, 21 de julio de 2010
Lágrimas al aire libre
lunes, 19 de julio de 2010
Pesadilla
Era un pesadilla, pero ella no podía saberlo. Corría por un pasillo interminable, llena de angustia. Y la voz retumbaba en su cabeza. No sabía de dónde salía, sólo que la escuchaba nítida, a pesar de que los latidos del corazón también le inundaban la cabeza: "cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí".
Sudaba por el esfuerzo y también por el miedo que sentía justo en los huesos y en la piel. Corría, corría y no llegaba a ninguna parte en una suerte de laberinto de colores brillantes. "Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí"... Retumbaba potente la voz y a ratos tenía matices de impotencia, a ratos de disgusto, a ratos de furia, a ratos de nostalgia.
Ya no podía más, el esfuerzo físico aunado al intenso miedo que experimentaba le harían estallar en mil pedazos el corazón en cualquier momento, El pasillo se hacía cada vez más estrecho, más reluciente, más frío. Llegó el momento en que las paredes quedaron justo rozándole los brazos y las piernas y ella no podía detenerse. Lloraba de miedo, lloraba de cansancio, lloraba de impotencia. Un fuerte silbido, como de tragedia, la despertó bruscamente. Miró a su lado y era cierto... aún estaba ahí.
domingo, 18 de julio de 2010
Viajar en autobús
Con el auto en el taller recibiendo servicio hoy me toca viajar en transporte colectivo. Espero el autobús en la esquina de mi casa. Pasan dos cuyos choferes parecieran programados para no detenerse. Aferrados al volante se van como exhalación... Sigo esperando. Viene el tercero y ese sí se detiene... Con mi natural agilidad me subo justo en la milésima de segundo que tardó en detenerse y ponerse en marcha de nuevo... ¡IUff... A tiempo!
Ah, qué buena bienvenida... Sabrosona "La comadre" se escucha en la radio... Es de agradecer el afán educativo del chofer al compartirnos esas joyas musicales... Las letras son "un poema". Oda a la vulgaridad, el título más acertado. Y el volumen.... mmm, la música no sólo te entra por los oídos, sino que se mete en cada poro, al grado que luego de cinco minutos escuchándola el esfuerzo por no ponerte de pie a bailar frenéticamente es agotador... Pero tampoco puedes abstraerte... La velocidad del autobús se intensifica más y más y más.... En un reflejo involuntario "freno" con los pies bajo mi asiento cada que veo acercarse un obstáculo que parece insalvable, sea peatón, auto estacionado, motociclista, etc. El corazón me late tan de prisa que es capaz de explotar de un momento a otro.
Trato de leer... Imposible, entre la música y el miedo, convertido ya en terror por la temeraria forma de conducir del chofer, las letras danzan casi tan frenéticamente como la música. Como dicen que ocurre cuando la muerte está cercana pasan por mi mente mil imágenes de mi vida... "Los quise mucho a todos... si muero no olviden cuánto los quise"... No puedo evitar reir nerviosamente ante mi lúgubre pensamiento mientras seguimos avanzando a una velocidad ilícita, casi obscena.
Llegando al centro de la ciudad se complica el asunto porque el chofer no está programado para conducir a baja velocidad; entonces en tramos pequeñísimo entre un auto y otro pretende desarrollar la turbovelocidad con que nos ha traído... Pisa el freno con fuerza digna de mejor causa y ni se fija del bamboleo de cabezas que esto ocasiona entre los pasajeros...No sería mala idea llevar un collar ortopèdico cada que uno viaja en autobús. Esta nueva idea provoca otra risa nerviosa en mí... El compañero de asiento me mira como censurando mi risa o preguntándose "¿Estará loca?", pero en la manera como está aferrado al asiento veo que es víctima del mismo miedo atroz que yo y río más...
Por fin, la cercanía del paradero de autobuses casi me pone de rodillas para pedir a Dios que,"por favor, por favor, por favor", nos permita llegar a tan ansiada meta, a unos 300 metros de distancia.
El chofer sigue evadiendo obstáculos... Casi siento el aliento de los pasajeros de otro autobús al que rebasamos.
¡No lo puedo creer! Llegamos sin chocar... Mis piernas, temblorosas, tardan en obedecer el mandato de mi cerebro para ponerme de pie y bajar. Los demàs pasajeros bajan serios, callados, cabizbajos...parecen personajes de Juan Rulfo, pienso y río de nuevo. Me pregunto cómo pueden ocultar bajo esa máscara la amplia gama de emociones que acaban de vivir, el exceso de adrenalina que acabamos de liberar.
Yo por mi parte, bajo con una sonrisa imposible de ocultar. Agradecida con la vida por esta nueva oportunidad... Mentalmente me pongo de rodillas para besar la acera... ¡Bendita sea!
¿Y creen que esto no fue divertido? Por el precio de un boleto de autobús vivimos emociones tan fuertes como en los mejores juegos mecánicos... ¿A poco no es una ganga?
¿Y a quien le importa la seguridad de los pasajeros? Está claro que al chofer no y que a los jefes del chofer tampoco y a las autoridades menos... Pero siempre hay que recordar aquello de: boleto de autobús, cinco pesos... pastillas para los nervios ... 80 pesos....collar ortopédico por si las moscas... 200 pesos... llegar a salvo a la meta luego de un alucinante viaje en autobús... no tiene precio.