miércoles, 29 de septiembre de 2010

Nostalgia

Tuve la inmensa fortuna de tener una mamá optimista. Mamá me enseñó con el ejemplo a ser feliz a pesar de los pesares, a cantar siempre, a reir, a conversar sin cansancio; a buscarle siempre lo bueno a la vida. Ella decía que la vida es muy linda y que ella no se quería morir nunca. Y nunca morirá porque nos heredó esa alegría y esa fortaleza que levanta siempre hasta de las peores caídas. Hoy la recordaba en el olor de la fruta que elegía en el supermercado. El olor de la fruta me devolvió de golpe al pasado; a las tardes con mis hermanos, a la voz de mamá, a los remedios caseros que curaban el cuerpo y alegraban el alma. Recordé con mis amigos las veces que bajo los alegres ojos de mi madre todos reíamos, contábamos historias, caminábamos por calles y más calles con su incasable plática. Todas las noches vistábamos a su hermana y de vuelta a la casa hubo noches maravillosas de luna y estrellas en las que nos deteníamos a comprar codzitos. ¡Cómo disfrutamos esos sencillos placeres compartidos!
De su mano también nos apurábamos para llegar a la casa y salir corriendo al patio a ver brotar las lunas, unas flores blancas hermosas que se daban enredadas entre la albarrada. Con ella aprendí a dar gracias a la luna cuando se asomaba tímida con una uña blanca en el cielo despejado. Alrededor de la mesa de familia pobre descubrí el valor de lo justo. Mamá nos repartía las tortillas en igual número a todos, incluso las dividía en medios y cuartos hasta que nadie tuviera más que otro. Recuerdo los refrescos de fruta que hacía con las manos y con el corazón. Aprendí a admirar las casas bonitas que veíamos por la ciudad y aprendí a tener la certeza que de todos los palacios el nuestra era mejor porque era nuestro, aunque no tuviera agua, luz o muebles. Mamá hacía que todo luciera mejor de lo que era.
Con mamá aprendí que por poco que uno tenga siempre hay algo para compartir. Aprendimos todos a disfrutar a fondo los momentos felices, la alegría sencilla y desbordante de estrenar vestidos aunque que no eran nuevos. Tenía una sabiduría innata y una alegría, repito, a toda prueba... Una herencia invaluable que todos los días me afano en conservar... Cada risa, cada cosa que admiro, cada flor que contemplo es como mirarla a ella, rendirle homenaje y llevarla siempre dentro para ser mejor.  

sábado, 25 de septiembre de 2010

Amar en cotidiano

Despierta este sábado perezoso con el cielo gris. El alma enamorada y el cuerpo satisfecho. Miro tus ojos y me vuelvo a enamorar. ¿Hay algo mejor que este cotidiano pedazo de cielo? ¡Ah, como nos hacemos broncas gratuitas, sacadas de la nada! Pienso y te digo. Respondes sí y me atraes a tus brazos. Comienza el día.
Hoy, sábado, día de pereza, es rico estar entre estas sábanas limpias y olorosas enredada a tu cuerpo. Cuánto atravesamos para llegar a esto. Cuánto.
Me dices que la vida antes de mí era como un barco enloquecido. Recordamos a Sabina y te respondo que has llegado justo a tiempo para mudarnos juntos de la calle melancolía. Reímos como necios, en este momento somos eso. Yo te miro y te admiro, tú me miras y reinventas mi forma de ver la vida.
Eres sabio, eres bueno y te amo. Soy un rompecabezas al que le faltan piezas y aún así me amas... ¿Hay algo más allá de esta cotidiana alegría? ¿Hay algo más allá del oasis de la casa? Hoy no quiero pensar, dices, esta mañana es para sentir y disfrutar... El bolero de Ravel y el aroma de café llenan la casa en esta mañana de sábado, perezosa, gris y, en tus brazos, perfecta.

sábado, 11 de septiembre de 2010

Si mi abuela no hubiera muerto...

..todavía viviría... Ah, qué frasecita, ¿no? Pero salió a colación en una reunión y me puso a pensar en la abuela y en lo que pensaría del mundo de hoy si todavía viviera. Mi abuela era una mujer tradicional, como toda mujer de principios del siglo pasado.
Centrada en su casa, en su familia, bajo el mando de un hombre, mi abuelo, que era estricto pero un gran "vacilador" como decía mamá. El caso es que hoy voy a escribirle una carta a la abuela para ponerla al día:
Fíjate abuela que soy tu nieta menor. Ya paso de los 40 y vivo sola desde hace muchos años. Sí, sola, en una casa completita para mí. No tengo hijos, trabajo fuera de casa, manejo un auto y a veces llego a casa de madrugada, sin tener que pedir permiso... ¡Qué tal!
La prima Julia es gay, homosexual o lesbiana... Supongo que no tienes idea de lo que eso significa, porque en tus tiempos les decían generalmente de maneras más feas y siempre se les nombraba en secreto... Algo parecido a la vecina aquella, a quien apodaban "la baronesa"... ¡Ah, qué lindo eufemismo! El caso es que Julia vive con su pareja, Graciela, y los hijos de ésta… Ya nadie se espanta ni secretea eso, aunque los chismes y las malas lenguas, como les llamaban, esas siguen vigentes. Bueno, pero ahora hasta hay reglas para las convivencias formales entre dos personas del mismo sexo. “Se descubrió” que no era enfermedad ni desviación, aunque la Iglesia insiste en que sí… Pero ya ves que, como cuenta mamá, tú  misma criticabas a la Iglesia porque algunos conceptos que te parecían injustos.
Ay, abuela, si vieras cómo “avanzaron” las cosas. Son pocas mujeres las que pasan el día cocinando o  lavando.  Ahora trabajamos para pagarle a otra que lo haga. Buen avance, ahora no nos cansamos en casa, sino fuera de ella, la mayoría trabaja para tener una casa linda… a la que generalmente sólo llega uno a dormir tras estar fuera prácticamente todo el día… Ah, pero qué linda se ve y se puede presumir a la hora de recibir amigos, cuando la incesante rutina de trabajo lo permite.
 Creo que nuestra familia es un tanto atípica porque mis hermanas siguen cocinando las recetas que nos dejaste, pero la mayoría de las amas de casa compra en “cocinas económicas” (otro lindo eufemismo). Y como te decía, ya no se cansan en el trajín casero, pero hay que ver como corren todo el día y siempre están cansadas. Eso sí, casi todas las que conozco tienen automóviles en los que van de un lado a otro entre un mar de vehículos que acaban con la paciencia del más santo. La ciudad creció muchísimo. Ahora aquí hay edificios altotes como te contaba mi abuelo que vio en la ciudad de México. Hay clínicas enormes, que no se traducen en atención para muchos, sino para unos cuantos que pueden pagarlas y por eso todos trabajan sin descanso. Ya ni existen aquellos médicos familiares que estaban pendientes de sus pacientes, los visitaban en sus casas y se hacían amigos para siempre de la familia. Ya no… Te asustarías de saber lo que cobran por los pocos minutos que dedican a cada paciente en consultorios lujosos que, obvio, le cuesta muchísimo dinero mantener; hay centros comerciales, que son edificios enormes con muchos locales de ropa, zapatos, restaurantes, discos, libros, mascotas y todo lo que puedas “necesitar”. Tienen aire acondicionado y muchas familias van ahí sólo por el placer de pasear, mirar y decidir que todo lo que ven exhibido es necesario para ser felices, entonces a redoblar esfuerzos y trabajar más… Es un círculo vicioso ¿sabes?
¿Recuerdas que, según contaba mamá, siempre les decías que durmieran temprano para madrugar y aprovechar el día? Pues ahora pocas personas duermen antes de las 12 de la noche. Yo misma salgo de trabajar a esa hora muchas veces (No te preocupes abuela, es un trabajo decente).
La televisión es otro cuento. Tú conociste sus inicios y ahora es algo que no puedes imaginar… Pasan programas de todo tipo, la mayoría vacíos, insulsos, groseros, pero se consumen y tienen éxito y entonces los dueños de las televisoras producen más y más. Ya se dicen insultos en la televisión, hay un sistema que pagas adicionalmente y tienes muchos canales diferentes, en los que puedes ver desde caricaturas hasta pornografía ¡las 24 horas del día! (Luego te cuento qué es la pornografía, digo, porque creo que en tu tiempo había, pero no estoy segura de que se le nombrara así).
Abuela, no quiero saturarte ni asustarte y como ya se me hizo tardísimo para pasar a recoger la ropa a la lavandería, ir por comida al supermercado (luego te explico esto), llevar el auto a lavar y entrar puntual mi trabajo, te dejo… Otro día te sigo poniendo al día  y te cuento sobre una campaña televisiva que se llama “Todo es mejor en familia”, ya te contaré de que se trata. Besos abuela.